viernes, 19 de marzo de 2010

LA LABOR QUIERE CELO


A los jornaleros humillados,
a los jornaleros sobornados,
denle la quietud de la tierra,
denle la fertilidad de la siembra,
porque de ellos será algún día
la espiga bastarda,
la prolífica hierba,
y hasta el taró de la hectárea
que comulga sin ayunar.

A los jornaleros amenazados,
a los jornaleros explotados,
denle la vista descansada
denle el pan sosegado,
porque de ellos será algún día
el reino de la suspicacia,
la elaborada sonrisa soterrada,
y hasta la pelgaña ociosa
que despierta la irritación del músculo.

Salid de esta herida inmensa
que el coraje tiene sujetado,
el trigo pregunta por vosotros
y la lluvia de venirse,
el londro campa a su antojo
y la helada en el rastrojo,
no quiere derretirse.

Dolor, cuánto dolor cebado
jadea la bien protegida carcajada,
y vosotros pacientes en el resquemor
de los que ya no pierden nada,
porque ya todo lo han perdido.

Cuanta ruina consentida
por el campo de vuestra labranza,
cuanto doblegar resentido
por esta tarde sin vendimia.

Pasarán los días suaves
por el azadón gris del hortelano,
ausente de lastimera mano,
donde nunca hubo lluvias ni aves,
las que anidan en la marisma
de vuestros ojos blanquecinos,
donde ya no quedan pinos,
ni sombras de verano.

No quiere el racimo madurar
afligido entre albariza apátrida,
insolente, devastador hueso fatigado
no se cansa de corroer la verticalidad,
a los jornaleros liberados,
... denle la libertad.

2 comentarios:

Elena dijo...

Bueno Luis, pareciese que estuviese leyendo al mismísimo Miguel Hernández.
Un poema reivindicativo sin duda, aunque el tema me parece un poco...¿fuera de su tiempo?, sí, así lo podríamos expresar.

Un beso.

Luis Sánchez García dijo...

Elena; este poema es la afirmación de un tiempo que no pasa porque no existe, tan sólo existe la exactitud del tiempo, cual maduran las ciruelas y parten en busca del estío las cigüeñas.

Un abrazo como trigal salpullido de amapolas.

Luis.