resina para ti,
tú me domesticaste con agujas.
Donde era savia,
donde nada se alzaba contra ti
ni siquiera una hoja,
y fue cuando pusiste
definitivamente
mi mano en tu silencio.
Pero no me asusté.
Y arañé.
Y hallé tacto.
Te vas.
Ahora que estoy
con los dedos en flor.