miércoles, 31 de marzo de 2010

RESIGNACIÓN


Padre ya tengo preparada la yunta
y los músculos bien tensos,
dirígeme en la borrachera,
por donde yo me iré dejando
las ganas de sol poniéndose,
arrugas de andar molesto.
Tengo engrasada el alma
y renovado el aliento,
cabello multicolor,
sal en las mejillas.
De fango mi cara enfangada,
de irreverente sudor mi ropa sudada,
quien supiera de arrojo y trenes
entre resacas dulces e interminables.
No se si me saldrán derechos
los surcos que cansan mi carne,
la frente llevo llorando
entre cobardes de trabado silencio.
No se si me nacerá el esfuerzo
al estar lidiando a un toro inmenso,
el que sacude su asta
para matarme cada día en su terreno.
Y se cubrirán de amapolas rojas
los latigazos que que hoy recibo,
escarbando en la escarcha estoy
tanteando al arado retorcido.
Tampoco se si el verano se pondrá de mi lado,
si llegará a mi resentido,
cuando se me hayan roto los zapatos
de caminar siempre por el mismo sitio.
Si vienes ha buscarme algún día,
me encontrarás pudriéndome al sol,
como remiendo gastado de arañar
en el tonel de sangre despavorida.
Regada tengo la estampa
que se me repite como ardor templado,
sé que llegará el frío de enero
y le faltarán tejas a mi tejado.
Perderá el árbol sus hojas,
la luna aparecerá temprano
y por el camino angosto de piedras,
la carreta con mis huesos vendrá herida.
Padre, ya he dado de beber a las dos
y aún se me resiste la espina,
entre los juncos y el zarzal,
entregaré contento mi vida.

miércoles, 24 de marzo de 2010

POESÍA



Necesaria, acuciante, desvalida
en el otero alcanzado,
y siempre sumergida.
De estela que el aire se nutre y presume,
voraz como una herida perpetua, sola
ante el ser y su asechanza, desecha
en la hirviente muralla franqueada.

Vestida con la dureza que da la piedra inerte
en la utilidad que le cuestionan,
llanto del hombre derrumbado,
templo profanado y la noche oscura,
después del verbo, la vida
que no renuncia y es la que te consume.

Nada sé de tí. Poesía.

viernes, 19 de marzo de 2010

LA LABOR QUIERE CELO


A los jornaleros humillados,
a los jornaleros sobornados,
denle la quietud de la tierra,
denle la fertilidad de la siembra,
porque de ellos será algún día
la espiga bastarda,
la prolífica hierba,
y hasta el taró de la hectárea
que comulga sin ayunar.

A los jornaleros amenazados,
a los jornaleros explotados,
denle la vista descansada
denle el pan sosegado,
porque de ellos será algún día
el reino de la suspicacia,
la elaborada sonrisa soterrada,
y hasta la pelgaña ociosa
que despierta la irritación del músculo.

Salid de esta herida inmensa
que el coraje tiene sujetado,
el trigo pregunta por vosotros
y la lluvia de venirse,
el londro campa a su antojo
y la helada en el rastrojo,
no quiere derretirse.

Dolor, cuánto dolor cebado
jadea la bien protegida carcajada,
y vosotros pacientes en el resquemor
de los que ya no pierden nada,
porque ya todo lo han perdido.

Cuanta ruina consentida
por el campo de vuestra labranza,
cuanto doblegar resentido
por esta tarde sin vendimia.

Pasarán los días suaves
por el azadón gris del hortelano,
ausente de lastimera mano,
donde nunca hubo lluvias ni aves,
las que anidan en la marisma
de vuestros ojos blanquecinos,
donde ya no quedan pinos,
ni sombras de verano.

No quiere el racimo madurar
afligido entre albariza apátrida,
insolente, devastador hueso fatigado
no se cansa de corroer la verticalidad,
a los jornaleros liberados,
... denle la libertad.

viernes, 12 de marzo de 2010

PRIMAVERA


Otra vez llegaste sin avisar,
lo he palpado en el aire
y en el azul del cielo.
Llegas como siempre llegaste
sin piedad alguna,
sin contemplaciones,
sin respetar nada,
siempre inoportuna.
Y vienes y arrasas, porque si
impía y caprichosa,
con dones de coquetería,
llegas de incógnito
alterándolo todo.
Definitivamente has llegado,
me lo ha dicho el almendro,
el trinar de las golondrinas,
me lo ha dicho la amapola
... que empieza a ruborizarse.

sábado, 6 de marzo de 2010

EPITAFIO


... Y conoceréis a la sazón del miedo
subterfugio, la torpeza.
¡Ay resistir cada minuto insistiendo en ello!,
qué sino será el mío aquí en la incertidumbre de la espera,
no logro precipitar mi destino,
nunca pretendí el desaliento, mi ser en continua lucha
por expulsar a mis demonios,
soy verdugo y condenado al mismo tiempo,
mi mano tiembla,
aunque mi corazón sea una piedra,
inexpugnable a todo enemigo que no me pertenezca,
a toda sombra que yo no diera vida.


Con que tristeza me recordareis mortales,
con que pena evocaré vuestro fracaso,
¡ desenterradme ahora y seréis vencidos!