resina para ti,
tú me domesticaste con agujas.
Donde era savia,
donde nada se alzaba contra ti
ni siquiera una hoja,
y fue cuando pusiste
definitivamente
mi mano en tu silencio.
Pero no me asusté.
Y arañé.
Y hallé tacto.
Te vas.
Ahora que estoy
con los dedos en flor.
2 comentarios:
Qué difícil se me hace desentrañar lo que esconde un poema, pero qué fácil lo haces para sentirlo.
Un abrazo Luis.
Elena, gracias por aparecer siempre.
He estado y aún estoy recuperando lo que lentamente abolido aún palpita como un rubí en el melodioso pico de los pájaros, y eso lleva tiempo, por eso perdona mis ausencias en mi casa y en la tuya.
Un fuerte abrazo.
Publicar un comentario