jueves, 26 de febrero de 2015



" MICONES"
(Donde me crie, fui a la escuela y tomé la Primera Comunión)
La conocida Hacienda Micones se sitúa en el pago homónimo al sur del término municipal de Lebrija, en la misma linde con el de El Cuervo, y junto a la carretera que une ambas poblaciones, de la que parte un corto carril que se abre paso entre un frondoso arbolado y conduce al caserío. También está muy próxima a la carretera nacional IV y a las otras dos grandes haciendas de Lebrija, el Rulo y la Guaracha.
El edificio está precedido por un amplio y cuidado jardín, atravesado y dividido por un camino que lleva a la fachada principal, de simétrica composición y en la que se alterna, al igual que en todo el edificio, el blanco de la cal con la almagra en los resaltes. La fachada está centrada por una portada presidida por una hornacina con una escultura de la Inmaculada Concepción, ya que, según indica Cortines, el primitivo nombre de la hacienda fue la Pura Concepción, como aparece en una cancela del jardín. A la derecha de la portada se dispone el señorío, de doble altura y abierto al patio mediante una galería de arcos. La torre que lo remata sirve de mirador. Por su parte, a la izquierda de la portada se encuentran la vivienda del casero y la capilla. La primera es descrita por Cortines como de dos habitaciones, sala y dormitorio, separadas por una cortina, encontrándose la cocina en el otro extremo. A su vez, la capilla tiene una sencilla portada al exterior con una espadaña. Este oratorio, que cuenta con sacristía, aún mantiene el retablo, varias pinturas de interés y un completo ajuar litúrgico. Más allá de esta capilla se encuentra otra torre, en este caso de contrapeso del molino, que perfila la fachada.
Una vez cruzado el apeadero de la portada se accede al patio, empedrado y centrado por un gran pozo. A la izquierda se dispone una almazara doble que ocupa todo el lateral, articuladas en tres naves y con sendas torres de contrapeso en los extremos. Las prensas de viga se alojaban en la nave exterior, que aún conserva las respectivas capillas. En esta imponente nave también se disponían las tinajas de decantación y de las bodegas, así como compartimentos de trojes; en las naves adyacentes se hallaban los empiedros y más trojes. En la actualidad estas dependencias sirven de almacén. Al fondo del patio se encuentra otra almazara, la tercera de la hacienda, cuya torre de contrapeso es la cuarta y última del edificio, contando con su correspondiente nave para la prensa de viga y otras dos paralelas para el empiedro y trojes. En el costado hacia el patio de este molino discurre una nave de cuadras. En la edificación del lateral derecho del patio, de menor volumen constructivo y altura y con acceso al campo, hay otras dependencias de cuadras, pajares, graneros y almacenes. En sus inmediaciones se ubica una nave levantada para zahúrda a mediados del siglo XX que sustituyó a otra anterior; des esta pieza destaca su cuidadosa construcción, y en especial su fachada, presidida por una hornacina en la que se encuentra una escultura de san Antón, patrón de los animales. Cortines dice al respecto: El zahurdón viejo era un chozón bajo y destartalado con la paja del techo ennegrecida. La nueva (zahúrda) tiene un porche con bancos ante la fachada que se remata con una pequeña espadaña con su veleta y una hornacina donde está la estatua de san Antón en terracota. A los lados de la entrada, dos dormitorios. Una puerta verde y la nave con techo de uralita y suelo de losetas grises, sostenida por pilares blancos y dividida por un pasillo ancho con celdas a izquierda y derecha. Y al final un corral con una tapia baja y comederos.
Tras el núcleo principal del caserío estaba la huerta, con las correspondientes noria y alberca, en la que se cultivaban tanto hortalizas como frutales. Por último, al otro lado de la carretera del Cuervo se disponen otras dependencias ya abandonadas, básicamente gañanías y viviendas para los trabajadores de la finca e incluso una escuela. Cortines recoge también la existencia en la finca de diversas chozas, tan propias de la comarca marismeña, en las que habitaban trabajadores de Micones.
Datos históricos
Recientemente uno de los propietarios de la finca, Jacobo Cortines, ha publicado un volumen, Este sol de la infancia, en el que relata sus estancias en la hacienda, de forma que, además de algunos datos, podemos saber cómo se desarrollaba la vida en Micones a mediados del siglo XX, algo sumamente interesante y que por desgracia apenas conocemos de siglos anteriores. En esta obra se pone de manifiesto cómo esta hacienda, al igual que otras muchas explotaciones, estuvieron llenas de vida, una vida enormemente dura y sutil a la vez.
En cuanto a la historia de las tierras de esta extensa finca, que en la actualidad forman una unidad con el Cortijo de Junquera, al que se hace referencia en el listado de edificios que aparece al final de este libro, hay que indicar que en ellas se ubicó una villa romana. Luego pertenecieron a los bienes de propios del Concejo de Lebrija, que a finales del siglo XVII las vendió a la condesa de Lebrija, quien a su vez las enajenó en 1749 al genovés Tomás Micón, primer marqués de los Méritos y de donde procede el nombre de la finca, que con anterioridad se denominaba de la Concepción. Sancho Corbacho, por su parte, dice que fue comprada en 1780 por Diego Micón, el cual levantó el actual edificio. Referente tradicional del latifundio lebrijano, fue una de las fincas que el alcalde republicano de la localidad pidió que fuesen expropiadas al amparo de la reforma agraria de 1932. No obstante, tal petición no fue atendida por el gobierno de Azaña.
Su imponente caserío es una empresa neoclásica que debió llevarse a cabo a finales del siglo XVIII o principios del XIX, quizás sobre una estructura del siglo XVII, aunque Bonet Correa lo data en 1750. En todo caso, se trata claramente de un conjunto unitario que responde a una estudiada planificación arquitectónica, inscribiéndose sus dependencias en un perfecto cuadrado rematado por torres en los ángulos. Sancho Corbacho escribe que es modelo de las (haciendas de Lebrija) construidas en el último cuarto del siglo XVIII, por ello su aspecto exterior se ambienta con un sentido neoclásico.
Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico,
Consejería de Educación Cultura y Deportes.
Diputación Provincial de Sevilla.

jueves, 24 de enero de 2013

MI PRIMA PAQUI


 



Y si este dolor persevera
más allá de la lluvia que cae
como una mitad excluida
en el pavor de un vuelo efímero,
no será porque no es necesario,
ni justo cuando apenas todo empieza.
Ya la piedra se acostumbra
al frío que no acata dobleces,
ya los pájaros velan inertes
la estancia del tiempo y su perplejidad,
y las hojas que amontona el aire
se apresuran y no hallan su condición de huésped.
Como explicarlo,
si el dolor se duele y muda
a un mañana con agujero exacto,
como si de pronto levantara
una bóveda glaciar y placentera.
Ya es todo pulcritud redimida,
toda tú mientras escampa
junto al regazo de tu tata Isabel.
Llegará el día y la noche persistentes
en un rito inexorable y balsámico,
cuando los vencejos crucen la linea justa
donde se vence al tiempo,
al tiempo en la memoria derrotado.
Para llegar a
ya no hacen falta andamiajes,
solo disponer al corazón
y colmarlo de tu primavera.

sábado, 3 de noviembre de 2012

QUEBRANDO ALBORES




En los atardeceres de este noviembre,
cuando la noche va desarzonada
se recoge un carmín, y el cielo ensilla
sus caballos de púrpura y de cal,
y ya la oscuridad no nos da su frío,
mas nos arropa este tañer del aire,
lo que en la cueva de la noche somos,
el bisturí de los amaneceres,
y esto que busca a tientas ser nosotros,
por los estanques de la madrugada:
desasidos los cuerpos, nos hallamos
con el deslumbramiento cara a cara,
cara a cara con fuego en la tiniebla,
y esto somos nosotros, la guirnalda
de los dos cuerpos en la luz ausente,
aferrados al aire que es jazmín,
la floración nocturna de la piel,
este tacto que sólo da la noche,
el tacto de los cuerpos esenciales,
y ya reconocemos una albada,
el rompeolas de la claridad.

sábado, 13 de octubre de 2012

PARA TI MI CANTO, " que estas en el cielo"


                   I

MADRE, sonido a gozo, calma o vida
lo que pronto se nos va,
donde estrellan mis naves,
arrebato que encandila mí alegría,

por ti se anticipó la aurora,
ya no huelen los jazmines,
el túnel que se quedó sin luz,
se volvió enojada la sementera.

A tu oído llegue la leve música
concierto de la junquera,
duerme, descansa ahora

quédate con mi estandarte,
de mi dicha toda
pero nunca dejes de arroparme.


                 II

RECUERDA, que si parto un día y no vuelvo
búscame en la tiniebla,
que no lloren tus ojos, los míos
cuida del geranio y de la vereda,

como una enredadera de color
entraré por tu ventana ciega,
prepárame la cena, lumbre
sábanas tiernas, firme la almohada.

Te estoy mirando desde mi atalaya
paso lento en penitencia,
que no sufra más tu sueño inconciliador

y daremos vueltas, suaves giros
con locura desmedida, sana y frenética
que no se escona, el arcoiris de tus pestañas.

                 III

TU, eres mi todo rosa temprana
mi arena, mi barro o arcilla
me moldeaste con tanto amor,
que temo se rompa la magia de tus manos,

cuánta amargura callada, cautelosa
cuántas lágrimas, derramadas sin ser vistas
me diste la vida, madre
y no te debo nada.

Te acuerdas, madre
cuando cargabas con mis años enfermos,
y nunca estabas cansada

una acera empinada,
alquitrán rebelándose a la canícula,
tus pies los quiero ahora.

                 IV

TUS OJOS NEGROS, grandes, inocuos
de gacela en alerta, nunca sorprendida,
vendiste tus manos al dolor
para apaciguar al mío,

sembradora de paz y armonía
hiciste de la tormenta melodía,
de mis noches oscuras...
luz y camino, sueños hermosos.

Siempre te encontré, en lo inmutable
en la transparencia,
en la penumbra de mis desolados días,

me subiste a tus alas
mariposa centelleante y celeste,
que necesarios tus besos.


                    V

POR TÍ, me hice sedentario
regué tus macetas,
cuanta fatiga, hasta llegar a ti
a tu misterio indeleble,

siempre blanco tu portal,
blanca tu casa blanca
blanco el color de tu sonrisa,
de oro y nácar tu cabello.

Cerrabas la ventana
pobre y osado invierno,
allá va, de guijarros en resbalones,

y venías con el alimento y la esperanza,
con dulzura, sosiego incólume
¡qué maravilla mis manos, en tus manos!


En tí, están las caídas
con las que el cielo,
vence sus murallas.
Señor; yo he vivido
de amor en los olivares,
ha llegado la hora,
en que tú me ares.

domingo, 23 de septiembre de 2012

AYER FUI AL CEMENTERIO

Es noviembre y recuerdo,
He de decirte,
aunque tú ya no quieras que recuerde
ni sea propicio el sitio
para literaturas.

No sé si es tarde.
La calle duerme
tan lejos de madre como de tí,
pero dijiste aguja
y ya no me queda sino que seguir llamándote.

Es noviembre y recuerdo,
He de decirte lo que siempre has sabido.
Tú mordiste en la tierra
antes que yo,
recogiste noviembre
mucho antes
esperando decirme
"he de decirte"
cuando el amor
nos cruce en la memoria.

sábado, 8 de septiembre de 2012

ASOLANDO



Y esto soy yo, vestido de cereza,
una cereza para tus dedales,
y en tus manos soy yo la algarabía
difusa de las cúpulas de fuego,
soy en tus manos fuego revivido:
el teatro de nácar de tu vientre.

lunes, 27 de agosto de 2012

CARTA PARA RUTH Y JOSÉ

Carta, esta carta que doblego y despliego,
esta carta rosa del verano esmaltado,
la carta del conscripto en la luz alistado,
donde los algarrobos suplantan vuestro espliego.

Os escribo por ser lo que declina
la impavidez del escándolo canoro
al hornear el fuego que cocina
vuestos dos cuerpos en crisol sonoro. 

La madrugada de vuestras dos vidas,
dos cartuchos de nieve amoratados,
por las manos del alba al renacer.

sábado, 18 de agosto de 2012

NUNCA, ES TIEMPO PERDIDO



Quiero contaros tantas cosas -mi buenos amigos-, que las ideas se me agolpan para difícilmente poder retenerlas en mi cabeza, en mi memoria esquiva y voluble como el tiempo que a duras penas intento entregaros, el instante certero en que ocurren las cosas más nuevas, la seguridad con que me aferro al deseo pocas veces correspondido, esa tarea descomunal de desenterrar viejas nociones de lo que pudo haber sido, la plena certidumbre de que a veces, muchas veces nos equivocamos, que con frecuencia creemos que todo lo vivido es un lastre para todo lo por vivir, puede romperse el jarrón y hacerse añicos, pero siempre quedará el aroma de las rosas, esas que solidarizan los sentidos, impregnándolos.

Cuando parece que todo permanece bajo el dogma de lo inalterable, surgen situaciones que nos hacen cuestionar toda quietud impuesta más allá de los designios del hombre y sus elementales razones para considerar de forma discrecional la verdad no escrita y sujeta al arbitrio de la justicia, entonces la inquietud nos hace apercibirnos de lo que bajo ella solemos tener, ese núcleo de calma, de quietud, esa especie de raíz de nuestra alma, sobre la que nos alzamos, olvidándonos. Pues la vida, si es lucidez, vigilia, es también olvido, falta de cuidado: abandono. Fondo invariable gracias al cual podemos soportar tanta inquietud, y que es casi felicidad; la felicidad invisible que nos permite sobrellevar la carga de nuestra desdicha.



Os he soñado que me esperabais al despertar, que no os ibais ha ir y que podría guardaros en mí, que era el momento de encontrarnos después de la noche, en lo imaginado cuando lo real es sólo un deseo. En mi memoria hago un sitio y marco la proeza para constatar que sois vosotros, seres que alumbrados revoleteáis como pájaros perdidos e indefensos, he tratado de entender las cosas del destino descartando toda verdad infundada, lo expeditivo del corazón frente a la vaguedad del subconsciente en un cuerpo roto por el cansancio. He mirado alrededor de todo lo punible, me pareció que una sombra se acercaba al cuarto, donde la luz clandestina invade con una gravedad impávida, la tortura de un reloj que se granjea al fantasma irresoluto.

Teniendo ya lo pactado y asentida la referencia, sólo nos falta el orden que imponga prioridades, -amigos míos-, la mano alzada y valiente, el abrazo que imparte consignas, sorprender al océano iracundo, conseguir la nieve más blanca, hablar la lengua del muro, retener a la flor que se regala, emular al arroyo y su tarambana, a la zarza que trepa humedales, lo voluble del tiempo y su conjuro y pastorear en esta tesitura,
-amigos míos-, la roca que engarza moles, la humana soledad extrapolada.


Nos pusieron ante la consigna que todo lo descifra, con el mundo confundido en la deriva de la suerte, ante la orfandad de un resquicio que nos salve y eluda la verdad sacrificada por la razón que los hombres propugnan, esa lenta forma de entender las diversas verdades que son la causa de las injusticias en el mundo, pertenecer al desden que se muestra alentado en su desenlace postrero para rebatir cualquier atisbo de remediar lo que pudo evitarse.

¿En que momento se distrajo el ímpetu que nos mantenía vivos?, fuera de lo que era nuestro nada nos reclamó, crecieron los hijos por encima de lo permitido sin consuelo ni libertad que disponga de una calma protectora, y toda la unidad necesaria se hizo desasosiego imperante, y sin embargo los días mostraron con una benevolencia nada acorde a los tiempos en que fenecemos una disposición ha aceptar lo vivido.

Las cosas en lo fundamental cambian poco, por mucho que nos parezca que los acontecimientos nos superan siempre queda lo mismo para que lo que creemos reinventado sólo sea una sucesión de indicios que más o menos se cumplen para que el conocimiento de nosotros mismos sea lo único valioso del camino andado.

Tratar de ajustar lo reinventado, lo que pensamos que vale la pena nos hace retroceder al miedo primigenio, de lo furtivo a veces en los comportamientos que por siempre nos comprometen y esclavizan hasta el punto de aseverar lo importante en episodios de escasa relevancia. Lo humanamente discernido desde los valores empíricos es lo que realmente trasciende después de lo que nada queda.

¿Qué es ser hombre?, es la pregunta que nos formulamos con dramática serenidad. Pasión y razón unidas ante tal pregunta, que deja la vida entera pendiente de sus respuestas. Pero, en dar la contestación se invierte toda la vida, que es la única manera que tiene la vida de ponerse ante la razón: pagando con todo su ser, que es su tiempo. Por ello hemos de volver la vista al pasado, a los instantes que son nuestra raíz, que son todavía nuestro ayer para encontrar a la esperanza perdida. Y el lugar donde la esperanza se ha refugiado de manera más confiada, es la utopía, pero la época actual mantiene el espejo velado para no topar con la propia imagen; lo que se “espera no se sabe”, ni tal vez se quiera saber; la razón se ha eclipsado, ha naufragado más bien, entre los hechos.

Y al morir, ¿adónde van nuestros sueños, a qué dimensión desconocida, en qué espacio se trocarán esperanza, de qué infinitud para no ser nada? Llegarán señales, alumbrarán torres telúricas, territorios que reconocemos, en la renuncia hallaremos signos que nos eleven, pasaremos de roca a polvo por amor al aire, se irán todos del mundo que habitamos, un hormigueo tal vez eléctrico acaparará nuestro rostro, la rendición del que no halla respuesta.¿ Adónde se irá la unidad fingida, el deseo interrumpido por el sudor y la cáustica, porqué entramado extraño desaparecerá el balanceo recluido sin estridencia, encefalograma plano?, ¿adónde se van nuestros sueños tan nuevos, adónde?

Si alguna vez hubieseis existido, -mis amigos-, si en un tiempo la idea de saberos me hubiese golpeado como latigazo que preciso anula la realidad detenida, entonces yo sería otro distinto bajo el sol intemporal, seguramente os diría que cambie mi camino para seguiros ciegamente seguro de encontrar lo que más me urgía, entrar despacio en vuestra soledad impertérrita, si alguna vez hubieseis sido, la cara de la luna sería anuncio fidedigno de un pan humeante, podría sentarme junto a la lluvia desconsolada, os pediría una muestra del alfiler que aflige a mi pecho roturado de promesas vanas, por todo lo que perdí y aún por lo que pierdo, con la aguja finísima que aguanta y no se parte, me comprometo a no moriros y ha entender, que todavía es posible la vida.

Espero que entendáis que todo lo que no habéis vivido apenas ha sido un instante y que no nos inquieta, sabed que persiste la aceptación del todo, las cosechas se suceden sin mas tregua que la sometida por las inclemencias y la sazón, la verdadera prueba necesaria antes de acatar la justicia final. Y ahora, ¿quién deshojará la rosa sobre mí, quién me llorará y, lo que más cuenta, quién alzará la mano despidiéndome y señalando a mi alma el camino a seguir, deshaciendo ese nudo que une aún a las almas de los recién muertos con el aire de la vida? Así lo hice primero con los míos. Y después, cuando venían a buscar en mi mano el poder de cumplir tales acciones que me fueran haciendo poco a poco sentir y saber que el amor ha de hacerse ley, que las leyes verdaderas son momentos del amor. Y ahora, extranjero, a solas con mi Dios que se me ha vuelto desconocido, a nadie veo a mi alrededor que me asegure ser ayudado al momento de arrancarme de esta tierra de la que más hijo he sido, por lo visto, huésped. Un huésped que se ha detenido demasiado. No me había dado cuenta de que nadie ya me retenía, de que se habían acabado desde hacía tiempo las sonrisas del anfitrión, de que el anfitrión había desaparecido y de que yo mismo no acudía ya a la mesa a falta de alguien con quien compartir mi comida.

Me habían llevado a creer que necesitaban oírme, que les fuera trasvasando ese saber que, como agua, se escapa imperceptible de toda mi persona, según decían; no es un hombre, es una fuente. Y yo…

Y ahora recuerdo, la memoria se me va convirtiendo en ley, que yo mismo me fui volviendo cada vez más hacia la fuente original de donde mi saber provenía, de donde lo había recibido cayendo gota a gota. Quizás durante tiempos y tiempos estuve casi seco. Y alguien colocó piadosamente una piedra blanca de esas que yo amaba desde siempre, para que la herida en la tierra que es todo manantial que ya no mana, no fuese visible. Y aquel día fui muerto y sepultado, mientras yo, sin apercibirme, atendía inmóvil al rumor lejano de la fuente invisible. Recogido en mí mismo, todo mi ser se hizo un caracol marino; un oído; tan sólo oía. Y quizás creía estar hablando, cuando las palabras sonaban tan sólo para mí, ni fuera ni dentro; cuando no eran ya dichas, ni escuchadas, tal como yo había soñado deberían de ser las palabras de la verdad

Pero yo, -queridos amigos-, nunca he pensado, hay que decidirse a ello. Y ahora me doy cuenta de que todos mis movimientos han sido naturales, atraídos invisiblemente como las mareas que tanto conozco, por un sol nimio, por una luna apenas señalada, blanca, la luna que nace blanca sobre un cielo azulado continuación del mar; la luna navegante y sola, reina destituida, reina más que Diosa de un mundo que fue y se perdió. Reina convertida en Diosa de los muertos, de los condenados al silencio y de los fríos. Socorredora de los sin patria.




FINAL



De que breve abrazo se ha ido el tiempo,
de que hora llena de vacío,
de nada prolongándose hasta fenecer.

Triste y golpeada la vida
atiborrada de amuletos inútiles,
un agostado insalvable
de penuria acuciada,
en el secreto desvelado.

No sabré de mi muerte
pues la tardanza en el indulto,
como envejecido el páramo
será un atranco en el instante aquel…
que agonizaba.


Cuando ese día llegue pronto
que no lloren por mí los sembrados,
de mi aliento estarán plantados,
los cadáveres que hoy remonto.



































miércoles, 18 de julio de 2012

LUGARES COMUNES

 
                                                                                        

 
 
La confirmación de que estamos en un periodo convulso, nos viene dada cuando queremos plantear la disyuntiva del pasado, y las circunstancias que rodean todo empeño por dilucidar la norma de lo conveniente frente al orden normal de las cosas y la aceptación general como actitud correcta, y por lo tanto plausible. Lo seguro es que, tengamos el beneplácito unánime, siempre recomendado si nos vamos a enfrentar a la llamada útil que nos salva cuando todo estaba perdido, o utilizando el derecho que nos asiste en el ejercicio connatural de la libertad, pensemos que todo acto es consecuencia del común deseo de afirmar y afirmarnos. Cuando hemos llegado al final sin haberlo escogido, y el fin es el menos consecuente con nuestro periplo vital, sólo nos queda la renuncia a nosotros mismos y dejarnos llevar por las escorrentías que la naturaleza con la ayuda inestimable del placebo y la ciencia, se subrogan para el aliento que alienado en su tramo paliativo, persista más allá de la ley y la dual concupiscencia con que nos arrastramos en la más que admirada longevidad.
La señal invariable pernocta desde que nacemos, agitando los signos inequívocos que se harán más elocuentes conforme vayamos pasando páginas, llegar a la última todos lo conseguimos por más que se empeñe toda peripecia humana.
Cada época tiende ha ser una realización parcial en su trayectoria, ya que al final sus detractores y más fervientes defensores saldrán indemnes con el futuro conmutado, para dejar constancia de un principio incuestionable, la realidad es siempre la que sustenta todo margen reconciliado. Romper con las tragedias personales acarrea un sentimiento de desarraigo que perdura más allá de cualquier epopeya colectiva, el conjunto se revela como lo únicamente digno de toda posteridad, alcanzando su máxima gloria cuanto más se ramifique en el tiempo.
No parece demasiado necesario justificar que creamos estar viviendo en crisis ; es ya un lugar común de nuestros días, y como tantos lugares comunes nos hace correr el peligro de que resbalemos sobre él, sin adentrarnos, más si sucede así será tanto como resbalar sobre nuestra propia vida, y lo grave es que tal cosa: resbalar sobre la propia vida, sin adentrarnos en ella, puede ocurrir con suma facilidad, por eso es necesario que intentemos desentrañar lo que hay dentro de esta realidad a que aludimos al decir crisis. Es necesario. Y sin embargo, no podemos atrevernos a decirla de veras, sólo nos cabe hacer eso que no resulta fácil confesar que se hace, por el indebido uso de una palabra, que fue en otro tiempo humilde y expresiva como tantas otras.
La actividad humana denominada meditación, de humilde expresión que no resulta significado alguno, sino sencillamente una actividad, una actitud casi, muy pegada a la vida de todos los días, pues la meditación no es sino la preocupación un poco domada, que corre sin resolverse por un cierto cauce; una preocupación que se ha fundido con nuestra mente, incrustada en nuestras horas. Y tan pegada a la vida diaria que como ella no tiene término fijo de antemano, que no va a concluir en ninguna obra, ni resultado y que sólo se va a justificar modificándose a sí misma, haciéndose paso a paso más transparente, alcanzando mayor claridad. Algo, en fin, parecido a una confesión. Buscamos saber lo que vivimos; como se ha dicho poéticamente “vigilar el sueño”.
Vivir en crisis es vivir en desasosiego, mas, toda vida se vive en inquietud, ninguna vida mientras pasa alcanza quietud y el sosiego por mucho que lo anhele, no será la inquietud simplemente lo que caracterice el vivir en crisis sino, en todo caso, un desasosiego determinado, o un desasosiego excesivo, más allá o en el límite de lo soportable.
Los modelos de vida han ido cambiando o desapareciendo con una rapidez a veces excesiva y casi siempre nos ha cogido maldiciendo en el que vivimos, han ido muriendo los modelos sociales, económicos, las modas han ido pasando y hasta han ido cambiando las prioridades en cuanto a valores se refiere, y en todas estas transformaciones más o menos necesarias se ha dado para su extinción definitiva un episodio de recesión, que siempre empieza en el anterior de una forma larvada, la historia de los hombres, son comunes al hombre ya sea desde una perspectiva endógena o desde la inexcusable forma que tenemos de entender la supervivencia. No somos superiores a ningún otro ser, sin embargo nosotros escribimos su historia, aquí radica toda crisis, el querer construir a nuestra imagen y semejanza, subestimando probablemente a los que permanecen inalterables en un orden menos crispado, adaptándose mejor sin dejar de perder su condición endorreica.
Cada época tiene sus males específicos que son originarios de su propio tiempo y pocas veces son heredados de forma análoga, los conflictos del periodo decimonónico por poner un ejemplo, no son consustanciales al siglo xx, pues adolecen de una consecuencia horizontal en la línea de la sucesiva periocidad para que trascienda. Las enfermedades, plagas, guerras, e incluso catástrofes de toda índole y naturaleza persisten más allá de una centuria, pero la forma de afrontarlas difieren de la continencia y la contingencia en que se dan.
El paraíso soñado por todos sólo esta al alcance de muy pocos, por el contrario el averno nos visita sin excepción y distinta intensidad en algún momento de nuestro recorrido vital, estos lugares comunes se perfilan como alternativa al tiempo desde que nacemos hasta que fenecemos, durante el proceso de desaceleración que es siempre más prolongado, nos hacinamos en el desdén y la desesperanza, que alcanza su cenit cuando el hombre se hunde en los extremismos, fobias, supersticiones, llegando al fanatismo como predicamento frente a todo lo que se revela como disposición no terrenal y por tanto nos abruma por su desconocimiento, y sobre todo por lo inmerecido que nos parece, que creemos no ser destinatarios.
La crisis muestra las entrañas de la vida humana, el desamparo del hombre que se ha quedado sin asidero, sin punto de referencia; de una vida que no fluye hacia meta alguna y que no encuentra justificación, entonces en medio de tanta desdicha, los que vivimos en crisis tengamos, tal vez, el privilegio de poder ver más claramente, como puesta al descubierto por sí misma y no por nosotros, por revelación y no por descubrimiento, la vida humana; nuestra vida, es la experiencia peculiar de la crisis, y como la historia parece decirnos que se han verificado varias, tendríamos que cada crisis histórica nos pone de manifiesto un conflicto esencial de la vida humana, un conflicto último, radica, un “se puede o no se puede”.
Ya que la vida humana parece que es el territorio de la posibilidad, de las más amplias posibilidades y que la historia fuera el proceso de irlas apurando, hasta su último extremo y raíz. De ahí que en momentos de crisis histórica existan siempre unos mártires llamados vulgarmente “extremistas” y que son los encargados de llevar a su última consecuencia, a su absurdo, estas posibilidades de la vida humana, y si hemos de ser honrados con nosotros mismos, la conclusión a sacar sería negativa siempre.
Hasta ahora lo que resulta de todas estas experiencias es que la vida humana no es posible de ninguna manera, al parecer. Y la pregunta, renace siempre, ¿es posible ser hombre?; ¿y cómo? En los tiempos de plenitud parece haberse respondido afirmativamente de una manera determinada. La única manera de responder afirmativamente no es diciendo sí en abstracto, sino ofreciendo una forma de vida, una figura de la realidad dentro de la cual el hombre tiene un determinado quehacer y toda su existencia un sentido.
En los instantes de crisis, la vida aparece al descubierto en el mayor desamparo, hasta llegar a causarnos rubor, en ellos el hombre siente la vergüenza de estar desnudo y la necesidad terrible de cubrirse con lo que sea. Huida y afán de encontrar figura que hace precipitarnos en las equivocaciones más dolorosas. Lo que haría falta es simplemente un poco de valor para mirar despacio esta desnudez, para vigilar no ya el sueño, sino más honradamente, los hontanares mismos del sueño; ver cómo nos queda cuando ya no nos queda nada.






ALZHEIMER
 
Venid, saludad a los que se quedaron
a su pesar,
en la consigna del miedo,
descubierto el infierno, ya no importa
la vida que no es.
Decid a todos que el dolor sólo duele
y no es bastante, que duermen
los arrumacos de aquella infancia remota,
subid a los cerros y gritad el nombre olvidado,
repetidlo
como cuando era electrizante, infalible a la hora
de la merienda.
No es el vacío ni la nada conquistados,
la ausencia de la lluvia si es que llueve,
ni es la premura de esta calma profunda,
es la lágrima extensa
… y no saber porque se llora.

martes, 26 de junio de 2012

VERANO






Donde era bosque,
resina para ti,
tú me domesticaste con agujas.

Donde era savia,
donde nada se alzaba contra ti

ni siquiera una hoja,

y fue cuando pusiste
definitivamente
mi mano en tu silencio.

Pero no me asusté.
Y arañé.
Y hallé tacto.

Te vas.
Ahora que estoy
con los dedos en flor.

sábado, 24 de marzo de 2012

METÁFORA DE TODOS LOS OLVIDOS


Lloveré sobre tu planta dimitida,
seré oreo que prodiga la mazorca,
la hábil enredadera sometida,
el perdón al ajusticiado en la horca.


Luis Sánchez



La voz garante que nos llama cuando rozamos el precipicio y estamos a punto de caer. El misterio que envuelve todo lo que nos salva del abismo. La luz que nos cuida cuando es noche cerrada en las profundidades del entorno más hostil. Siempre están hay con otras caras, con otro nombre que ignoramos para que no se esfumen como humo anunciador de catástrofe sujetada con imperdible.

La ciudad duerme, se cubre de luces que desentonan y parece que caminara bajo un manto de espesura, conspira con un duende adusto para que desmayada, consiga un revoleteo de pájaros que delaten la penumbra. Los colores se bifurcan en la avenida aún caliente, perdura un aroma a chicharrón que delira, en el aire una señal queda desafiante, y el proxeneta regresa para ser el panadero de moral intachable. Anuncios que incitan al pecado, perros que ladran entre contenedores su suerte capada, y una maquinucha intenta limpiar sin conseguirlo el desastre que genera la biocenosis. Una ambulancia encolerizada procura tiempo, serpentea por la lluvia y el aceite de los cárters con dos vidas, la que llegará en cuanto escampe, la que se irá callada y solemne. Mientras los sueños más dispares cruzan veloces el paisaje que sudado se queda siempre en la almohada. Mi pueblo duerme, mi calle se despereza, mi gente descansa, y un viento liviano arrastra una bolsa de caramelos.

Enfundo la ira y regreso a casa, el autobús me deja cerca de mi hogar, es Noviembre el mes de todos los santos, llovizna un triste aguacero. Con cuanta lentitud por el camino de mi infancia me encamino a mi querida casa, recreándome en el paisaje tanto tiempo ausente, gozando de cada paso, respirando el aire de la madrugada, -siempre pensé que el retorno a mi casa sería así-, con las primeras luces del alba, como nacer de nuevo después de morir en otro sitio. La tarde para partir, para decir adiós, la madrugada; para gritar buenos días, estoy ileso y debemos celebrarlo.

Es verdad que la decisión más importante a tomar no depende de nosotros mismos, por el contrario sólo es un instante que pasa y no vuelve, pero mientras eso ocurre se desentumecen gigantes que hasta entonces estaban dormidos, no podemos enfrentarnos a ellos porque nuestro mundo ya es otro por muy reciente y doloroso que sean los que nos han conformado en este lugar, rincones inaccesibles para un retorno que no es posible desde lo lejano en la aceptación y la resistencia que mostramos como condiciones últimas de nuestras vidas.


No nos esta permitido volver y resarcir todo lo reparable, si así fuera nos equivocaríamos tantas veces como regresos terapéuticos nos preparara ese milagro que no se da nunca al menos desde la distancia que marca otros registros para que la nostalgia sea una consecuencia fruto de la invención engendrada desde la irracional catarsis conspiradora, por lo tanto seguimos a este lado libres de venganzas más allá del prodigioso resorte que a veces nos sorprende dejándonos como piedra fosilizada, inerte, por un signo tal vez que nos hace recordar aquello que ya no nos pertenece, no nos reconocemos más allá de esta alambrada, de este día que es el único que tenemos.

La edad, la familia, hasta el nombre, es algo que no escogimos y será lo primero que utilicemos como lastre en la hora de la fatalidad, a lo último que recurriremos para corroborar los intentos de manifestarnos en pro de una salida digna. Cuanto más estiremos la memoria, mas cercanos al dolor estaremos, sin embargo lo de ayer se nos muestra tangible porque todavía se puede renunciar a él, desdeñarlo sin temor ha ser cómplices de su recelo tan insólito, encontramos al niño y no nos reconocemos en el hombre, necesitamos la distancia para perdonar sin que ya hagan falta las palabras, con sólo desearlo es suficiente y todos se darán por indemnizados, sin que ningún gesto nos delate.

Las fechas, las caras, y hasta lo descreído nos perseguirá siempre hasta el final de nuestros días por si fuera preciso levantar acta y así poder reconocerse, postularse de que en un tiempo fueron números, personas, ideas, defendidas de otras seguramente ya cansadas de litigar inútilmente. Lo que nos precedió y mas aún si fueron capítulos susceptibles de mejora escolástica indagarán lo que quieran, pero no hallarán nada que les sirva para aminorar su ya irremediable condición de retrospectiva, su inefable menoscabo en un tiempo que todo lo retrae al ámbito inexpugnable de la inmediatez, testaruda alquimia que nos protege de lo que fuimos, nos salva de lo que somos.

Aquí pervive la alameda aterradora en los años más tiernos, el vallado de tunas con sus higos derramados de azúcar en sus más íntimas entrañas, la vertical exasperación de los olivos tergiversando toda exactitud acrisolada, la sangre que huele todavía en el asfalto ardiendo en la desmemoria itinerante, todos están aquí, no se han ido, ni han venido de un remoto calidoscopio, si otros no lo encuentran es porque no saben amarlos, y aquello que prometen solo son serpentinas que el viento desplaza a su antojo, como las ondas hertzianas que se afanan en confirmarse sin conseguirlo en cuanto aparece esta realidad incontestable, puesta en evidencia si, pero verdad mas allá de las sombras gestadas para la revalida de un mañana empeñado en ser el de todos.


Poner a buen recaudo todas las consignas, todas las claves que nos abrirán las puertas necesarias para indagar tras la esperanza agazapada en el retrato que con el paso del tiempo amarillea en su plenitud exonerada, se hace vital cuando el olvido es de naturaleza consciente, intentamos borrar de nuestra memoria aquello que nos duele o aquello que dejamos perder a sabiendas de que prevaricábamos, en todos los olvidos conscientes, están los olvidados inconsiguientes, ejercitándose a diario en un acto de fe, en una conversión pungente más allá de sentimientos filiales y el estrabismo.
Ponemos en cuarentena todo lo malo que nos afecta, con el valor del que esta convencido de que es transitorio, una cuestión de prioridades tan sólo en la equidad que juramos se aplica siempre, existe un olvido mayor, el olvido que olvida los olvidos, entonces la perplejidad se hace imperante. La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir tenemos que arriesgarnos, mas hay quienes se arriesgan sin perplejidad o con perplejidad rápidamente vencida, el perplejo es una criatura que tiene un ancho campo para elegir y hasta cierto punto una situación privilegiada, el acuciado por la necesidad no anda perplejo, es una situación que supone cierto lujo, lujo de alternativas, lo cual supone una sociedad madura, y un individuo que tiene libertad para transitar por ella.
En el ignominioso hecho del olvido, como en tantas ignominias humanas, se muestra, en su sombrío horror, alguna condición esencial de nuestra vida.
La vida en su espontaneidad resulta monstruosa; pero, sería sumamente revelador el ir examinando estas ignominias, encontraríamos en su fondo una realidad indestructible y necesaria de conocer, como todas las de esta clase, para ser llevada a su medida, a su justicia.

Todo lo que hacemos lo hacemos para que nos quieran, estamos aquí para que nos quieran, todos nuestros actos van encaminados a que nos quieran, pero el amor no tiene nada que ver con la justicia, a veces pensamos que hasta en el olvido se encuentra un acto de amor más desinteresado que el de la probidad, el anhelo que nos hace seguir perseverando en el camino exacto donde las dos partes se encuentren, cuando esto ocurra habremos llegado por fin ha entender lo que de calibrado, tienen los olvidos.
Pasará todo como un río que se sabe provisorio, pasará el amor, la soledad, la vida toda, y ya sólo seremos un olvido más en el común relé de los mortales.

miércoles, 21 de marzo de 2012

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA






... Y así, deambulando
entre la llovizna y el jaramago
llego a la poesía,
maldigo ese día pues es una cruz de la que no me desprendo,
me sacio de amores imposibles,
de rocío enajenado,
de soneto transitado por una escalera tortuosa de catorce peldaños
hasta llegar a los ojos de mi madre,
a unos labios reticentes con cautela,
ya rendido al alba, y herida mi escribanía
condenado ya sin remedio al verso continuamente reinventado,
para explicar y explicarme quien soy yo,
una palabra modesta, en la inmensidad
de un grito cautivo.

viernes, 16 de marzo de 2012

ASIDO








Asido al resplandor que me consume
en esta noche de párpados y ojeras,
desolado más adentro del alma
sombra de mi vida al aventarse,
me inclino sobre la mesilla
para recoger lo que despoja el día,
el punzón del viento enrojecido
que atraviesa mi cuerpo y remonta mi sangre
sobre mi nombre recién estrenado.
Asido a todo lo asido
que mis manos no reconocen.





lunes, 5 de marzo de 2012

ANDRECILLO EL PAVERO




Era apenas un niño valiente
que surgió del frío repentino como si nada,
atravesó la noche descalzo sin inmutarse
y aprendió que la vida esta llena de sin vida,
se deslizo entre los muros del tiempo
y conoció la testarudez del olvido,
desnudo ante si y los suyos
ofreció su torso al dolor sin compromiso
de entenderlo todo,
buscó la nada entre la nada y perdió,
buscó lo perdido en los sueños y despertó
sudado en una delgada humareda abyecta,
trastocada su esperanza corrió sin parar y no la alcanza,
exhausto se durmio en la tarde que proponía el verano
con las manos hundidas en su estomago contrariado
mientras esperaban las palomas en un zureo demoledor,
así se acostumbró a no perturbar las sombras
cuando ya una debil silueta le sumio en una ingente proeza
la de la única razón ponderable mas allá del llanto y su escrutinio,
ser la voluntad de la noche que no esconde la oscuridad de los días.