Voces engendradas de tenues miedos,
cosquilleo estomacal y entrecortado, sepultado
en la inmensa nada prolongándose.
Puesta la mesa en altura, el plato derretido
con un cadáver que bosteza
desciende perplejo, rebosante de sobras
que no han calibrado su suerte.
Pasó el hombre y no dijo nada,
las lluvias no dijeron nada,
y cuando era ya todo silencio
se quebró la tarde en dos mitades diferentes,
en una se quedó el aire trémulo de humedad,
la memoria que todo distorsiona, en la otra.
Cierro los ojos, te he andado
todo el tiempo sin que fueras,
tu dolor pequeño,
etéreas y a lo lejos
quedan inmóviles las afueras.
2 comentarios:
Me quedo con estos versos:
"Puesta la mesa en altura, el plato derretido
con un cadáver que bosteza
desciende perplejo, rebosante de sobras
que no han calibrado su suerte."
Eso es, justo eso es la indigencia.
Un beso Luis.
Elena.
Un relámpago de raso que la noche desescombra. (así es)
Un fuerte abrazo, compañera.
Publicar un comentario