¡Breve chispa de mi frente,
el alma, Dios, mi alma!
¡Qué corazón inmenso para
nutrirla!, ¡Qué llamarada
en flor, carne mía,-¡pureza!-
donde quemar sus pétalos ennoblecidos!
¡Tan lejos de mis manos!
¡Tan cerca del agua cristalina
que chorrea tu alma!;
tu alma Dios..., mi alma.
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